miércoles, 1 de febrero de 2017

Sensaciones 01-02-2017


Ya habíamos capturado alcaudones los fines de semanas anteriores pero esta vez pude participar en todo el proceso.

Era una mañana fría en el área de muestreo de Siete Cañadas, teníamos algunas dudas de que pudiera aparecer algún ave, pero después de unas horas de sol los pájaros empezaron con su habitual actividad. La primera en observar uno fue nuestra compañera Sonia. Estaba posado en una retama, en un pequeño montículo. ¿Nos estaría esperando?

Nos teníamos que poner de acuerdo en quién preparaba la trampa potter trap y la colocaba en el lugar adecuado. Melania y yo fuimos las que nos pusimos manos a la obra. Teníamos que sacar a nuestro ratoncito de su jaula y colocarlo dentro de un pequeño compartimento dentro de la trampa… que nadie se asuste, los ratones no sufren ningún daño durante el proceso. Nos mirábamos y nos preguntábamos cuál sería el sitio más correcto, incluso pedimos ayuda a nuestro coordinador científico para que nos indicara un lugar, pero no dijo nada, quería que decidiéramos según nuestro criterio. Encontramos una zona llana perfecta, donde el ave pudiera verla. Colocamos la puerta, ubicamos la trampa y nos fuimos alejando poco a poco sin muchos aspavientos.


Tras unos minutos el alcaudón seguía posado y no hacía ningún amago por acercarse. En ese momento, sí nos ayudó David. Nos acercamos, queríamos asegurarnos de que la podría ver, nosotras estábamos convencidas de que sí. En ese instante el pájaro se marchó.  ¡Oh!… lo habíamos perdido, pero no por mucho tiempo. Volvió a aparecer y se posó en el mismo lugar.


Esta vez la colocamos en una zona más adecuada, asegurándonos de que estaba a la vista, pero una vez más se volvió a machar. Por suerte acudió al sonido del reclamo. Otra vez apareció, se colocó detrás de nosotras, nos miraba con curiosidad... Volvimos a preparar la potter trap, porque con tanto cambio de sitio la puerta no estaba bien posicionada. Melania colocó la trampa. Cuando regresó me preguntó: ¿quién lo va a sacar? Teníamos algo de “miedo” por si nos daba algún picotazo. Ella estaba más decidida y sería quien lo sacaría, pero me inquirió: ¿me acompañas a cogerlo, no? El alcaudón no tardó nada en acercarse. Inicialmente se colocó en un lateral interesado por lo que había dentro, pero no entraba. Finalmente se decidió, pero la puerta no cerraba, ¿la habríamos colocado mal? Tres segundos después… ¡clic! Ya lo teníamos, corrimos a sacarlo con mucho cuidado. Después de un pequeño susto, porque casi se nos escapa, lo metimos en la bolsa para poder estudiarlo.


Tuve la oportunidad de sacarlo de la bolsa, no paraba, tenía dudas de cómo lo podría hacer sin dañarlo. Metí la mano, lo único que me venía a la mente eran los posibles picotazos que recibiría, pero lo saque sin problemas, algo despeinado. Ya lo tenía en mi mano y fuera. Y ahí estaba el primer picotazo, pero no dolió tanto como esperaba. No podía dejar de mirar su antifaz negro, y por supuesto su poderoso pico, mientras sentía su corazón en mi mano. Después de unos minutos lo entregue para que pudiera analizarlo. Era un individuo adulto, de un negro intenso en sus alas. Una vez que se terminó con su estudio, me lo volvió a pasar, esta vez estaba algo más nerviosa y el alcaudón tuvo que sentirlo porque me picó varias veces, y con sus patas se agarraba fuertemente a mis dedos. En ese momento decidí que tenía que soltarlo. Nunca he estado tan contenta de unas heridas en mi mano.



Autora: Bárbara González
Fotos: Sonia Ramos

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